martes, 3 de junio de 2008

POP IN RÍO

IGNACIO RODRIGO/COLUMNA

Dar cabezazos contra la pared es la única reacción que uno puede tener ante la hipocresía de algunos artistas que se esconden bajo la etiqueta de la solidaridad y que acudirán a actuar a finales de este mes al festival Rock in Rio de Madrid.

Hará cosa de tres años veíamos a Alejandro Sanz y otra serie de artistas de ‘renombre’ posar frente a la puerta de la Moncloa para manifestar al Presidente del Gobierno, Jose Luis Rodríguez Zapatero, la penosa situación que vive el negocio de la música en nuestro país. Una crisis que desde luego podemos considerar como real, pero de la que poco saben estos supuestos músicos que a penas se han visto afectados por el derrumbe del modelo de negocio de la industria musical.

El verdadero afectado es el chaval que se paga un local de ensayo para practicar con su banda de rock , cuyo único sueño es llegar a tocar delante de unas mil personas y mantener esa cifra como una constante para poder al menos sustentarse. Sin embargo ese sueño cada día está más lejos de cumplirse, puesto que hasta la música rock ha sido blindada por los artistuchos de turno, representantes de los grandes grupos de comunicación y subproductos masivos, que ahora ocupan el cartel del cada vez más cercano Rock in Rio.

Festival del que se dice es benéfico, pero atención, del dinero recaudado se destinará entre un 2 y un 5% a proyectos solidarios, el resto de guita engrosará las cuentas bancarias de estos músicos que tanto lloran por la crisis discográfica. Me pregunto ¿quién puede hablar de crisis teniendo un cache medio de unos 10 millones de las antiguas pesetas por actuación?, no solo cierran las puertas a los que vienen detrás, que por cierto gustosamente lo harían gratis, sino que exigen que las cosas cambien. El problema es que las cosas cambian pero los perjudicados son siempre los mismos, y en este caso no hablo solo de los músicos.

Quizás la organización de este festival debería replantearse el nombre que le ha dado el evento, darse una vuelta por las favelas de Río de Janeiro, escuchar un poco de música y destinar todo el dinero de los caches que pagarán a los artistas a la gente que de verdad sabe lo que es la crisis. Alejandro Sanz para desconocer el mundo al que pertenece en el que mueren 25.000 niños de hambre al día.

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